miércoles, 17 de noviembre de 2010

SOBRE LA COMPLEJIDAD DE LA SEXUALIDAD FEMENINA


Hace poco vi una investigacion en donde se recaba la gran enorme y monstruosa complejidad de lo femenino, no exagero aqui esta, es una investigacion sobre el deseo femenino:

Prueba de ello lo tenemos en las investigaciones de Meredith Chivers, profesora de Psicología en la Universidad de Queens (Ontario, Canadá) y pionera en el estudio del deseo femenino. En su documental Bi the way, presentado en la última edición del NewFest Festival Film en Nueva York, esta reputada científica mostraba los sorprendentes resultados de diferentes estudios realizados a lo largo de varios años, y que venían a ratificar la complejidad del deseo femenino frente a la simpleza del masculino. Dicho sea con el máximo de los respetos.

Pongámonos en situación: para sus investigaciones, realizadas en el Centro de Adicciones y Salud Mental de Toronto, Chivers reclutó a un grupo de voluntarios –hombres y mujeres, hetero y homosexuales–, y conectó sus genitales a unos sensores que medían la erección en los hombres y la lubricación en las mujeres. Asimismo, les dio un teclado numérico en el que debían ir anotando el nivel de excitación que sentían ante las imágenes que se mostraban. Se trataba de medir la excitación objetiva a través de los sensores –de ver, en definitiva, qué estímulos sexuales son los que provocan una respuesta fisiológica–, y de contrastarlo con lo que la subjetividad de los voluntarios interpretaba como «deseable».

Y así comenzaba el show: en la pantalla aparecían películas de sexo heterosexual y homosexual, un hombre masturbándose, una mujer masturbándose, un hombre musculoso caminando desnudo por una playa, una mujer desnuda haciendo gimnasia… , y una peliculilla porno de bonobos –un tipo de simios– apareándose.

En los varones, los resultados fueron los predecibles: los sensores mostraron que los heterosexuales se excitaban con las mujeres y que los homosexuales hacían lo propio con los hombres. Además, la respuesta fisiológica se correspondía en todos los casos con la apreciación subjetiva del varón: siempre que el sensor detectaba erección, el hombre reconocía la excitación.

Pero en las mujeres la cosa cambiaba. Con independencia de su orientación sexual, sus sensores detectaron excitación en las escenas de hombres con mujeres, hombres con hombres, mujeres con mujeres… incluso con las imágenes de los bonobos –algo que no había estimulado en absoluto a los varones–. Y se mostraban también más excitadas ante la mujer haciendo ejercicio que ante el hombre desnudo caminando por la playa.

En cualquier caso, lo más llamativo no es la amplitud de estímulos sexuales que pueden provocar una respuesta fisiológica objetiva femenina, sino la diferencia con lo que, desde su subjetividad, consideraban «excitante»: a las heterosexuales les costaba reconocer que les atraían las imágenes lésbicas; a las lesbianas, que se excitaban con los hombres… Y, por supuesto, ninguna admitía haberse puesto a tono con los simios. En palabras de Daniel Bergner –autor de La otra cara del deseo y que ha recogido en The New York Times sus charlas con Chivers y otras investigadoras–, «es como si la mente y los genitales no pertenecieran a la misma mujer».



EL ARTICULO COMPLETO PUEDE ENCONTRARSE AQUÍ:



http://www.elmundo.es/suplementos/magazine/2009/501/1241003648.html





Taonadamente.



Andres Sanz

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